Migué

jueves, agosto 17, 2006

Las Cabañuelas

“De las señales por donde se muestran las lluvias que Dios ha de enviar en la estación del invierno, y la serenidad y los vientos; lo cual (aunque) acaece por virtud y disposición Divina, lo indica la observación común en cosas patentes a los ojos (y en cuya tradición y examen convienen todos los hombres) por los (difrentes) estados de la Luna y el sol, por las nubes, los relámpagos, los truenos, los vientos, la humedad. Las nieblas, el arco iris y cosas semejantes, según lo que se ha experimentado en el espacio de muchos años y de largo tiempo.”

Así define Ali Awan del siglo XIII en su manual de agricultura a esta forma antigua de pronosticar el tiempo, las cabañuelas de agosto.

Richardson en su “metodología numérica” de 1925 expuso las ecuaciones fundamentales para diagnosticar el clima. El hombre se quejaba de que no tenía datos suficientes y de que tampoco contaría con el tiempo necesario para la resolución de estas ecuaciones si los tuviera. De hecho esta medología no se pudo utilizar convenientemente hasta la aparición de un computador con la necesaria potencia de cálculo.

Hoy día hay millones de tipos de aparatos dedicados en cada segundo de cada día a recoger datos que luego son procesados en impresionantes sistemas informáticos. Gracias a este despliegue tecnológico podemos conseguir partes metereológicos fiables, con tres días vista. Esta fiabilidad y en el mejor de los casos, afinando lo más posible, es del 84 % de acierto, un 70/72 % es relativamente fácil de conseguir. La meteorología aún sigue sin ser una ciencia exacta a pesar de nuestros adelantos.

Los hombres de la época de Al Awan únicamente contaban con paciencia y capacidad de observación del cielo, así como la retroalimentación de quienes vivieron en las zonas que observaban con anterioridad a ellos. Estos hombres no pretendían descubrir los secretos de la física o de la meteorología. Les importaba un pimiento que existiera estratosfera o ionosfera o que la temperatura a 12 Km de la superficie terrestre, en los límites de la troposfera, fuera de -56 º C. Estos hechos no les servían como dato. Sin embargo sabían distinguir distintas transparencias en la bóveda celeste, entre varias formas de titilar de las estrellas, observaban sutiles cambios entre la humedad y su relación con las nubes y sus formas que evolucionan a su vez por caminos generalmente conocidos. Los distintos colores de la luz del sol, las diferentes pautas de la dirección del viento, etc…cosas que se alcanzan a ver a simple vista si uno sabe qué mirar durante el día o la noche y que nos advierten de cambios en la meteorología local.

El objetivo era poder saber cuando sería más conveniente sembrar, cuando hacerse a la mar o no, cuando cosechar, en definitiva conocer el tiempo con antelación suficiente era, como lo es hoy, decisivo para sus economías y sus vidas.

Curiosamente, mientras más dependemos de máquinas que no comprendemos, aumentamos nuestra autosuficiencia e interpretamos las acciones de nuestros antepasados como tonterías o como cosas de la bruja Lola (que curiosamente se gana la vida en pleno siglo XXI con sus patrañas y sus "velah negrah").

Las cabañuelas es un procedimiento para pronosticar el tiempo que hará en los 12 meses del año siguiente, aunque su metodología varía según las zonas. En su forma más común, consiste en observar el cielo durante las 24 horas de los 12 primeros días de agosto, atribuyendole 1 día por mes del año siguiente (día 1 enero,2 febrero, etc). No es, como algunos piensan, que si llueve el 1 de agosto lo hará en todo enero. Eso es absurdo. Sería absurdo hasta en la época de Al Awan.

Hoy día debemos tener los conocimientos, la capacidad e incluso la sensibilidad, que nos permita distinguir entre las extravagancias urdidas por paranóicos "iluminados"que pretenden embaucar a quien le preste oido y los esfuerzos sinceros de algunos hombres por conocer y alterar el medio en el que vivían en favor de si mismos y de sus vecinos. Si al Awan se hubiera dedicado a observar los linces ibéricos, seguramente hoy le reconoceríamos que debía de saber mucho de su comportamiento ¿por qué no iba a saber el hombre del clima? Si lo observó, estudió, padeció y disfrutó durante toda su larga vida. Como él otros muchos hombres de otros muchos sitios.

Aferrarse al pasado es una irracionalidad sin sentido, pero menospreciar e incluso ridiculizar la sabiduría que los antiguos acumularon en sus vidas y que transmitieron a sus coetáneos, es práctica de estúpidos ignorantes por muy licenciados o doctorados que se estén

predicciones para el año 2006

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